2.3.08

Madama Sui

"Desde que tuvo uso de razón, Sui no sabía lo que era cuidar de sí misma. El desamparo, la soledad, habían sido sus ángeles de la guarda, sus guías amables, siempre complacientes.
No tenía que pedirles permiso para ser feliz y hacer lo que ella quisiese. Su desdicha había sido siempre su bienestar. La tristeza era el forro oculto de su alegría. Un forro impalpable, de seda negra, como el velo que llevaba ahora.
Por eso nadie la había visto, ni la vería nunca triste.
Sabía que era desdichada. Pero sabía cómo serlo."

Augusto Roa Bastos

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