Hace un par de días me paso algo raro, algo que me dio miedo y me angustió.
Me junte a la tarde a tomar un café catártico con una amiga (si algún día me pongo un bar le voy a poner así de nombre, Café Catártico). La cuestión es que como llovía mucho fue imposible conseguir un taxi y decidí emprender el regreso caminando bajo la lluvia, así no más, de guapa que soy.
En un esquina creo que Billingurst y Perón, me para un Sr. y me pregunta si no me conocía de antes, si no me había tirado las cartas hace unos 4 años, yo por ser educada como me enseñó mi mamá, le respondí que no; él no se quedó conforme y arremetió con más preguntas y yo respondí con un par de monosílabos.
Hasta que me dijo que escriba 2 palabras en un papel y lo doble, mientras él se ponía de espaldas a mí; yo lo hice un poco por curiosidad, un poco por respeto de trabajadora social (parece que si le digo a alguien que no, soy una burguesa hija de puta), luego me pidió que doble el papel y que lo tenga en la mano, se tomó unos cuantos segundos para la “adivinación” mientras yo pensaba, como buena burguesa hija de puta, por donde vendría el engaño, el robo o la estafa lisa y llana. Entonces el señor de las patillas al mismo tiempo que extendía la mano para pedirme el papel decía las palabras que yo había escrito (que eran, para el que tenga curiosidad: germinación y entendimiento). Me quedé impactada, con un poco de miedo, pensando si era real lo que había pasado, tratando de recordar cosas que hubiera hecho este señor que le hubieran dado tiempo para leer el papel. Me pregunté cuándo? en qué momento lo vió? Y sigo sin saber.
La cuestión que después de este truco o de este momento mágico, me dijo que, si yo quería, me tiraba las cartas. Yo dude y el insistió diciendo que íbamos a un bar, que no me cobraba nada, entre otras cosas; yo seguí dudando y finalmente ganó la desconfiada burguesa. Le pedí perdón y le dije que esta vez iba a dejar pasar la oportunidad de conocer que me deparaba el destino, le desee suerte y decidí seguir mi camino. El problema es que a este señor no le gusto nada y me dijo que la suerte la iba a necesitar yo, porque si era tan desconfiada me iba a ir mal en la vida y no sé que otra sarta de barbaridades acerca de mi nefasto futuro.
Me fui asustada y angustiada, pensando si me iba a pisar un auto en la próxima esquina o me iba caer un satélite artificial fuera de control en la cabeza o si me iba quedar solterona para siempre tejiendo escarpines para los bebes del barrio o si simplemente ese día iba a salir la yeta en la quiniela vespertina.
